jueves, 28 de julio de 2016

LAS BIENAVENTURANZAS






Las Bienaventuranzas, su significado

El sentido de libertad interior, de "dicha divina" se halla en las bienaventuranzas, que son la quinta esencia de la enseñanza más original de Jesús. Los términos elegidos por Mateo y Lucas recogen las claves del Evangelio.
Los cristianos y los pastores de todos los tiempos así lo han entendido al hablar de pobreza, paz, renuncia, sufrimiento, sencillez.

Pobres

Bienaventurados los pobres en Espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". Los pobres de "espíritu", no sólo los indigentes, son los que buscan a Dios, los desprendidos de las cosas de la tierra. Son los que no se atan en lo material a las realidades terrenos. Y los que en lo moral y social se sitúan más allá de los intereses inmediatos. Se puede luego extender la idea a todos los aspectos que atan al hombre viejo: seguridad, demonio, honor, dignidad, protección.
El texto es más elemental y sencillo en su formulación: los pobres de la tierra, los anawin. Es el equivalente a los desprendidos, a los generosos, a los desatados de las inquietudes mundanas. El premio a ese desprendimiento es el Reino de Dios. Y esa expresión significa, en el contexto Evangélico, el triunfo del bien sobre el mal.

Los que lloran

"Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consuelo"
El lloro es la expresión del sufrimiento y de la inquietud. En esta realidad se sitúa la bendición. Los que lloran son los que están tristes, los que sufren en el mundo, los tienen inquietud, inseguridad, tormento por la vida. Ellos recibirán consuelo por parte de Dios que les mirará con compasión y les protegerá,

Los mansos

"Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra por herencia."
La expresión "mansedumbre" implica la paz, la resignación, la dulzura y la benevolencia con todos. La recompensa de la paz, de la paciencia, de la suavidad en el trato con los hombres, será el dominio sobre la tierra. Ellos triunfarán mejor que los violentos, que siempre se hallarán envueltos en luchas y en tensiones.
Los que tienen paciencia en las adversidades esperan en el Señor, a pesar de las desgracias y de los atropellos de los violentos. Ellos tienen garantía de triunfo en este mundo y, sobre todo, en el otro.

Los hambrientos de justicia

"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados"
La expresión directamente se refiere a la justicia en el mundo. Pero en el transfondo de la expresión (dikaiossinen) alude la "justificación", a la ordenación interior por el cumplimiento de la voluntad de Dios. Y por eso se recompensa al que ansia la justicia, con la plenitud, con la satisfacción, en sus pretensiones.
La justicia divina comienza con la justicia humana. El orden y el cumplimiento del deber en el mundo, conlleva la plenitud más sutil y espiritual de triunfo divino.
Lo contrario sería el triunfo de la injusticia, el dominio del mal y del maligno en el mundo y en la realidad de la vida.

Los misericordiosos

"Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia"
Es una alabanza y una bendición a los que tienen el corazón compasivo y sabe hacer de su vida una ayuda generosa para los más necesitados. Para ellos precisamente surge la promesa de ser recompensados con la misma medida de la misericordia. El concepto de misericordia (eleemones) alude al saber dar, al compartir con los necesitados, al ponerse en disposición de ayudar a otros.
La misericordia, el tener corazón para las miserias, será el mensaje más sutil del Evangelio de Jesús, torrente de benevolencia para con todos los hombres.

Limpios de corazón

"Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios"
Los limpios son los que no tienen mancha. Y la referencia al corazón alude a la carencia de malas intenciones o torcidos propósitos. Esa limpieza es el cauce para llegar a descubrir a Dios. Sólo los que llegan a la limpieza interior, a la pureza, pueden acercarse al misterio de la verdad eterna.

Los pacíficos

"Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios"
Los pacíficos son los que prefieren la paz a la violencia, los que saben aguantar y se mueven en la resignación y no la reivindicación. Esos serán reconocidos por los demás hombres como hijos de Dios. como reflejos que grandeza divina, como mensajeros de la paz, el don que tanto deseaban a sus amigos los hombres del oriente.

Los perseguidos

"Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos".
En este bendición a los que son perseguidos a causa de la justicia, el Evangelista añade una alabanza insistente y persistente, que refuerza la simple alabanza general. "Bienaventurados seréis cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros."
Las persecuciones por defender la justicia en general y por seguir al Justo de los justos, Jesucristo, son causa de especial gozo, por la especial recompensa que se recibirá en los cielos.
Claramente Jesús se lo decía siempre a sus seguidores: "Seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; más el que persevere hasta el fin, éste será salvo" (Mt. 10.22).

COMO VIVIÓ JESÚS LAS BIENAVENTURANZAS
Bienaventurados los pobres…
El fue el pobre. El pobre material y el pobre de espíritu. No tenia donde reclinar la cabeza y su corazón estaba abierto en plenitud a su Padre. Nació pobre, fue reconocido y seguido por los pobres, vivió como un trabajador, murió desnudo y en sepulcro prestado. No ambicionó nada, no se apegó a nada. Su pobreza santificó para siempre toda pobreza.
Bienaventurados los mansos…
El fue el manso. Era su dulzura la que cautivaba a sus amigos y su fortaleza lo que aterraba a sus enemigos. Era su dulzura lo que atraía a los niños y su seriedad lo que desconcertaba a Pilato y Herodes. Los enfermos le buscaban, los pecadores se sentían perdonados solo con verle. Consolaba a los que sufrían, perdonaba a los que le crucificaban.
Bienaventurados los que lloran…
El conoció las lágrimas. Lloró por Jerusalen, lloró ante su amigo Lázaro difunto, lloró lágrimas de sangre en Getsemaní por los pecados de todos los hombres, de los mios..lloró para que el Amor fuera amado.
Bienaventurados los que tienen hambre…
Nadie como él tuvo hambre de la gloria de su Padre. Se olvidaba incluso de su hambre material cuando experimentaba el hambre de esa otra comida que era la voluntad de su Padre. En la cruz gritaria de sed. Pero no de sed de agua y vinagre, sino sed de amor a los hombres, sed de su salvación para poseerlos en abrazo eterno.
Bienaventurados los misericordiosos…
Fue misericordioso. Toda su vida fue un despliegue de misericordia. El es el padre del hijo pródigo y el pastor angustiado por la oveja perdida. Sus milagros brotan de misericordia. Su alma se abre en misericordia ante las tumultuosas multitudes que le seguian “como ovejas sin pastor”.
Bienaventurados los limpios…
Su corazón era tan limpio que ni sus propios enemigos encontraban mancha en él. ¿Quién de vosotros me argüirá de pecado? Se atrevía a preguntar (Juan 8,46). El era la pureza y la verdad encarnadas. Era el Camino, la Verdad y la Vida. Por eso era verdaderamente Hijo de Dios.
Bienaventurados los pacíficos…
Era la paz. Vino a traer la paz a los hombres. Los ángeles gritaron “paz” cuando él nacia, y fue y es efectivamente paz para todos. Al despedirse, antes de partir hacia el patíbulo y la muerte dijo : “La paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14,27).
Bienaventurados los perseguidos…
Y murió en la cruz. Fue perseguido por causa de la justicia y por la justicia inmolado. Era demasiado sincero, demasiado honesto para que sus contemporáneos pudieran soportarle. Y murió.


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